jueves, 30 de octubre de 2014

2ª autoevaluación

Mañana es el día. Mañana, 31, abrimos en el aula virtual la segunda autoevaluación.
Ver Cuestionando la metodología didáctica (II)
Este lunes pasado las alumnas estaban nerviosas. Decían que no se veían preparadas para enfrentarse a esta segunda autoevaluación y me pidieron que la retrasara una semana. En realidad ya la había retrasado porque la semana pasada estuvieron 3 días de huelga. ¡3 días!...
Les dije que no se podía retrasar más y que sabían más de lo que pensaban. Les dije que esperaran al martes, día de hacer actividades, para ver si saben o no la materia.
Es una unidad compleja sobre documentación en la oficina de farmacia: libro recetario, libro de estupefacientes, vales de petición, gestión de recetas, partes de declaración, albaranes, facturas, tíquets, aplicación del IVA... Es un tema engorroso que necesita practicar en la farmacia.
El martes les propuse las actividades. Cubrimos el libro recetario, el libro de estupefacientes, el parte anual de declaración de movimientos de estupefacientes,... Se fueron tranquilizando porque aclararon muchas dudas; los nervios fueron dejando paso a la confianza y, además, yo tenía un as en la manga...
El miércoles preparé unas recetas (trabajamos con copias en color), de MUFACE, MUGEJU, ISFAS, SERGAS y de estupefacientes. Cada estudiante tenía que "hacer de médico" y cubrir las recetas prescripción de estupefacientes y psicótropos (aprenden los campos de las recetas para después saber comprobar que están bien y que no les falta nada), y fuimos a la farmacia a dispensar. Unas hacían de clientes y otras de técnicos.
La técnico tenía que recibir a la cliente, coger las recetas, comprobar que tenías todos los datos (a algunas les faltaban datos), pedir el DNI cuando era requerido, dispensar el medicamento, introducir la dispensa en el ordenador, cobrar, tramitar la receta, tramitar los libros si fuera necesario, ...
Para ellas fue tan divertido como productivo. Querían más así que tuve que frenarlas: "tranquilas, que vamos a dispensar muchas veces hasta final de curso".
El miércoles ya no estaban tan nerviosas.
Lo dicho, mañana día 31 es el día en que abrimos la segunda autoevaluación. Estará abierta hasta el viernes 7, tres intentos cada una y el sistema calcula la media, que debe ser superior a un 8.
El sábado 8 escribiré una nueva entrada en el blog con los resultados.


miércoles, 22 de octubre de 2014

Cuestionando la metodología didáctica (V)

Cualquier trabajo bien hecho exige dedicación. La función docente no escapa de este principio, aunque todos hemos tenido profesores/as que año tras año usan los mismos apuntes, los mismos ejemplos, los mismos recursos…

Hay quien opina que hay materias que no se dan demasiado al cambio. Las ecuaciones de segundo grado son lo que son y no hay mucho dónde innovar… ¿o sí?.

Yo soy de los que opinan que cada curso escolar es una fuente de aprendizaje también para el docente. Como dije, yo llevo 28 años en esta profesión y no hay un año igual a otro; cada curso escolar es una nueva experiencia, con nuevos materiales, nuevos recursos, nuevos ejemplos… porque todo evoluciona.

Hace diez años no teníamos ordenadores en el aula, no existían los recursos web que hay ahora (los más innovadores usaban el power-point); no había pizarras digitales, tablets o smartphones; hoy en día estos nuevos recursos exigen nuevos conocimientos y la adopción de nuevas estrategias pedagógicas, adaptadas a los estudiantes a los que damos clase.

Pero todo cambio es difícil, exige esfuerzo, dedicación y tiempo. Hay que formarse, actualizarse en las nuevas herramientas y adaptarse al cambio. Pasar de la tiza al puntero digital es simple y complicado a la vez, sobre todo cuando queremos exprimir el puntero, la pizarra, el cañón, el ordenador,… Cada día descubres algo nuevo que te permite hacer algo más rápido y mejor. Para mi, moodle fue un descubrimiento fantástico. Las autoevaluaciones que dan la nota en el momento sin intervención del profesor son una mejora indiscutible, pero hay que ponerse.

Hay que seleccionar muy bien las preguntas, cargarlas en el sistema, revisarlas, actualizarlas cada curso, generar los cuestionarios,… Ah, pero lo mismo tenemos que hacer cuando planteamos un examen escrito, así que una cosa por la otra.

A eso hay que añadir que mi mundo, el sanitario y más concretamente el de la farmacia, es muy cambiante. Cada día hay un cambio normativo que afecta a los procedimientos; lo que enseñamos ayer, hoy no sirve; Lo que expliqué en octubre, en enero ya ha cambiado, así que hay que revisar continuamente la información, rehacer los temas, reexplicar, reciclar la información,… doble esfuerzo para el profesor y doble esfuerzo para os estudiantes. No exagero absolutamente nada. Cada año lo mismo.

¿Cómo podemos los docentes estar al tanto de los cambios?. Buscando la información (tiempo) y compartiéndola (tiempo). Yo comparto todo los que encuentro, en mi blog, en twitter, en facebook, … hay redes de docentes que intentamos compartir cosas, compartir información sensible, y eso es de agradecer. Ya no somos individualidades que estamos solos en el aula. Mi aula tiene la puerta abierta porque lo que yo hago puede servir para otros, incluso para que me digan que no lo estoy haciendo bien. Los equipos docentes deben actuar como equipos, reuniéndose, compartiendo, planteando estrategias comunes, coordinando los esfuerzos. La mano derecha tiene que saber lo que hace la izquierda. No hay nada peor para un estudiante que dos profesores den la misma información de distinta manera, y que exijan que los estudiantes la sepan “a su forma”.

En este sentido, las redes de aprendizaje (que descubrí en el curso que organizó en INTEF y que fue todo un descubrimiento para mi), son una herramienta fundamental. Podemos utilizar muchos recursos en red para compartir. Las redes sociales sirven para algo más que para jugar… pero eso es otra historia, o no.

Nuestra profesión exige dedicación, tiempo, actualización permanente, esfuerzo, … en caso contrario ¿podemos exigírselo a nuestros alumnos/as?. En mi opinión, el esfuerzo es compartido y he descubierto que cuanto más tiempo le dedico yo, menos tiempo le tienen que dedicar mis alumnos/as.

 

Continuará… ¿Es necesaria la evaluación docente?.

martes, 21 de octubre de 2014

Cuestionando la metodología didáctica (IV)

Al principio de curso le digo a mis alumnas que yo no hago exámenes sino autoevaluaciones... y que les exijo un 8 como mínimo. Si no lo alcanzan, entonces si se tendrán que enfrentar a un examen.
Cunde el pánico. Nerviosismo. Así no hay quien apruebe... Buff.
A continuación les digo que yo no tengo suspensos. Salvo situaciones excepcionales, conmigo aprueba todo el mundo y con nota. ¿Cómo?.
Yo concibo las autoevaluaciones como un instrumento más de aprendizaje que hago al finalizar una unidad didáctica, después de terminar las tareas en clase, incluido el "trivial" que comenté en el capítulo III.
Cargo en el aula virtual (moodle) las preguntas que me parecen más interesantes y preparo un cuestionario.
En la primera unidad didáctica incluyo 20 preguntas que el sistema selecciona al azar. Cada estudiante unas preguntas distintas y siempre con las respuestas barajadas, para que no les salga igual. Les doy 30 minutos para hacerlo sin posibilidad de "enviar" las preguntas unitariamente para ver si están bien o mal. Cuando acaban envían todas las respuestas y el sistema les da la nota.
Programo tres intentos a realizar a lo largo de una semana; entre un intento y otro tienen que pasar 24 horas. Lo pueden hacer en su casa, si quieren, con apuntes, si quieren. No me importa.
No me interesa que hagan un intento y al poco tiempo otro. Cada vez que acaban un intento yo lo reviso, miro lo que han fallado y les hago comentarios en el propio ejercicio. En cada intento les caen preguntas distintas; nunca las mismas.
Como los intentos se hacen en un periodo de tiempo largo (una semana) podemos ir comentando en clase las cuestiones en donde hay más fallos. Si una determinada cuestión la fallan muchos es porque no les ha quedado claro, luego entiendo que el error ha sido mio, que no lo he explicado bien. Se vuelve a explicar para que quede claro.
Y así hasta que todos/as acaban los tres intentos. El sistema les da la nota media al final, que debe ser superior a 8... y siempre superan el 8. Llevo cuatro años haciéndolo y siempre superan el 8. Bueno, casi siempre.



Este curso ya hemos hecho la primera autoevaluación, la de la unidad 1, con unos resultados excepcionales. La media del grupo ha sido de 9.71. Todas las estudiantes superaron el 8 con creces.
Una vez hecha la autoevaluación la comentamos en clase. Repasamos las preguntas; les pregunto individualmente algunas de las preguntas para confirmar que lo saben. Repasamos los criterios de evaluación y damos por cerrada la unidad... por ahora.
En la siguiente autoevaluación ya no serán 20 preguntas, sino 25. 20 de la unidad 2 y cinco de la unidad 1. Otra vez la unidad 1. En la tercera autoevaluación serán 30 preguntas. 20 de la unidad 3, 5 de la 2 y otras 5 de la 1 (el máximo de preguntas ya será siempre 30). Continuamente están repasando los contenidos anteriores, una y otra vez.
Hay quien dice que este método lo que hace es que los estudiantes "memorizan" preguntas y aprenden a contestarlas. Yo no lo creo. Son demasiadas preguntas por unidad que cambian en cada intento. Como me centro en los criterios de evaluación, les pregunto lo mismo de varias formas distintas: pregunta test, de emparejamiento, verdadero o falso, si o no... Lo mismo preguntado de varias formas. Además, lo repasamos en clase, lo volvemos a ver, aclaramos donde hay más fallos, lo volvemos a explicar... ¿necesitan estudiar?. Yo creo que no. Además esto es una pequeña parte del sistema de evaluación. Hay que calificar las actividades en clase, las prácticas (que es lo realmente importante), los trabajos que hacen tanto de forma individual como colectiva... son muchos los instrumentos de evaluación sin necesidad de hacer exámenes. Al menos, las autoevaluaciones ellos no los perciben como exámenes, aunque pasan los mismos nervios.
Como dije en el capítulo III, en noviembre tienen la oportunidad de decirme lo que opinan de mi método. Y no quieren cambiarlo. Por algo será.

Continuará... ¿Este sistema exige mucho trabajo al profesor?

Cuestionando la metodología didáctica (III)

Hoy es el primer día de clase. Entro en el aula con una sonrisa y doy los buenos días. Intento controlar las formas y el espacio. No voy a la mesa del profesor; directamente hacia ellas. Son 22 chicas y un chico. Están en segundo curso así que ya tienen una idea preconcebida sobre mi. Me llaman el “dudas”. Tiene la impresión de que soy un profe duro ¿¿?? porque hago exámenes con el aula virtual y pido un 8 para aprobar.
Les pido que se presenten una a una. Siempre con una sonrisa en la boca, acercándome a cada una de ellas pero respetando su espacio vital. No quiero intimidarlas.
Les cuento algo sobre mi. Que sepan algunas cosillas, incluso personales, les da algo de confianza.
Le entrego a cada una el resumen programático, un documento que tenemos en el instituto. Una hoja nada más, por un lado, con un resumen esquemático de la programación que se centra, sobre todo, en el sistema de evaluación, los instrumentos y los criterios de calificación. Les explico que vamos a usar el aula virtual del instituto en donde pondré todos los recursos que necesitan y más. Desde el aula virtual pueden acceder a mi red de aprendizaje formada por el blog, twitter, facebook, netvibes, scoop.it, … Cosillas que aprendí, entre otras muchas cosas, en el curso del INTEF.

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… y donde haremos las “autoevaluaciones”. No les llamo exámenes, sino autoevaluaciones.
Expliquémoslo. Una de las actividades que programo al acabar cada unidad es un “trivial”. A cada estudiante le doy tres tarjetas y les pido que escriban, en cada una, una pregunta. Tienen que ser preguntas muy cerradas y muy objetivas: tipo test con cuatro respuestas, emparejados, verdadero/falso, si/no… Y un día hacemos un concurso. Cada estudiante le hace una pregunta a otro, en voz alta, para que todos la oigan. El preguntado contesta, si la sabe, y los demás dicen si está bien o mal. Si hay dudas comenzamos un debate; que discutan, que se peleen, que lleguen a un consenso, que den una solución… ¡Es que está mal planteada!; ¡yo no la entiendo!. ¡los apuntes no dicen eso!. Utilizo esta actividad como una herramienta para aclarar dudas y reforzar el aprendizaje. Una cosa he aprendido: que los estudiantes son mucho más duros que los profesores cuando hacen preguntas.
Son 23 estudiantes, a 3 preguntas cada uno, 69 cuestiones. Algunas hay que rechazarlas por estar fuera de lugar, porque son demasiado difíciles, porque están mal planteadas, porque están repetidas. Al final nos quedamos con unas 40 o 50 y esas, precisamente esas son las que cargo en el aula virtual. Como cada año se repiten una y otra vez las mismas preguntas sólo meto en el aula virtual las novedosas, las que creo que son interesantes; esas van al pool de preguntas así que en cada unidad tengo entre 80 y 100 preguntas que, en realidad, han planteado los propios estudiantes.
Ese primer día también les digo que la evaluación es recíproca. Yo les evalúo a ellos pero ellos también me van a evaluar a mi. Dos veces. Una a finales de noviembre, cuando ya hayamos acabado dos unidades, hayamos hecho las actividades y hayamos hecho las autoevaluaciones; otra al finalizar el curso. Ambas son anónimas así que pueden decir lo que quieran.
La primera es para ver si les gusta mi método, mis formas, mi sistema de enseñar y me digan qué cambiarían, lo que les parece mejorable. Como muestra, un botón: Este es el resultado de la encuesta que hice en noviembre del curso pasado.



Esta encuesta me ayuda mucho a saber lo que opinan y a darles las "explicaciones" pertinentes sobre lo que hago y por qué lo hago. Y me ayuda, como no, a corregir algunas cosas porque, como dije en el capítulo I, ellos son los protagonistas, no yo.

Continuará... ¿Pido un 8 en las autoevaluaciones para aprobar?. ¿No es demasiado?

Cuestionando la metodología didáctica (II)

Contextualicemos. Soy catedrático de Procesos sanitarios. Imparto docencia en formación profesional, familia Sanidad. Como ocupo cargos de dirección tengo reducción horaria así que sólo doy un módulo del ciclo medio Farmacia y Parafarmacia, concretamente el llamado “Oficina de Farmacia”, un módulo de 9 sesiones semanales que, en Galicia, se da en segundo curso. Una locura de la Consellería de Educación.
En su momento, cuando estaban preparando el borrador, contactaron conmigo y con una compañera para contrastar y les dijimos que el módulo de Oficina de Farmacia debería darse en primero, pero ni caso. Al final Dispensación de productos farmacéuticos y Formulación magistral en primero; Oficina de farmacia en segundo; al revés que otras comunidades más sensatas. ¡Qué se le va a hacer!. Los que conocen este ciclo lo entenderán.
En cuanto al instituto donde doy clase, no puedo por menos que enorgullecerme de como funciona porque puse mi granito de arena. Después de 20 años ocupando cargos de dirección y un planteamiento de mejora continua, tenemos un centro bien dotado, con muy buen clima (aunque en todas partes cuecen habas), buenas instalaciones, limpio, agradable, … Para mi es fundamental que el ambiente laboral sea agradable. Si nos encontramos cómodos en nuestro puesto de trabajo podremos rendir más (o eso dicen).
Para mis clases utilizo tres aulas:
  • Una multidisciplinar (vamos, un aula normal y corriente de toda la vida), con su ordenador, su cañón y su pizarra digital. Fotos.
  • Una de informática, con 30 ordenadores portátiles conectados por wifi. Como la anterior, tiene ordenador docente, cañón y pizarra digital. Fotos.
  • Una farmacia. Una verdadera joya. Un farmacéutico amigo, Emilio Almorín, que se deshizo del mobiliario de su farmacia nos lo regaló así que disponemos de una farmacia en regla, con tres puestos de atención al público, rebotica, cajoneras, … Fotos. Esta farmacia está siempre disponible indistintamente de dónde tenga clase. Puedo elegir a donde ir.
Para hacer las prácticas en condiciones compramos la aplicación Farmatic a la que accedemos desde cualquiera de las aulas porque la tenemos instalada en el servidor central del instituto. Hace unos años teníamos otra, Compufarma, pero en nuestro entorno casi no se utiliza, así que miramos cuál era la más usada en las farmacias de nuestro alrededor y ganó Farmatic por goleada, así que a por ella.
He de reconocer que con estos mimbres es más fácil hacer cestos…
Bueno, pues para cada una de las unidades que programo, planteo una serie de actividades con varias tareas que deben hacer los estudiantes; eso sí, siempre en clase. No hay “deberes” para casa. La idea es que las actividades, centradas siempre en los criterios de evaluación, ayuden a aprender, entender y reforzar el aprendizaje utilizando el trabajo colaborativo y el mayor rendimiento con el menor esfuerzo. Yo no quiero que mis alumnos estudien, quiero que aprendan, así que las actividades son un eje fundamental de mi metodología. Como digo, cuatro sesiones a la semana son para hacer las actividades. Les doy una ficha-guía con el enunciado de la actividad y lo que tienen que hacer, pero no cómo lo tienen que hacer. Les pido que compartan ideas, que hablen, que se copien, que se critiquen, que sigan hablando, que discutan, que jueguen, que compartan la información que encuentran, … Me preguntan mucho porque como están muy mal acostumbrados intentan hacer las actividades “a mi gusto”, no al suyo. Continuamente vienen a pedirme mi beneplácito: ¿Va bien así?. ¿Te gusta así?. ¿Qué opinas?… pero encuentran un muro infranqueable; un muro sonriente, pero infranqueable. ¿A ti te gusta?. ¿Tú crees que si esto lo ve un compañero lo entiende?. Al principio para ellos es estresante, pero no es su culpa, es culpa de años y años de hacer cosas “para el profesor”, no para aprender. “Es que si no te gusta me vas a poner una mala nota”… No se trata de que me guste o no, se trata de que sea claro y que te sirva a ti; que se vea que lo sabes, que lo has aprendido y yo eso lo controlo en el día a día; mientras que lo vas haciendo yo te estoy evaluando: cuando dibujas, cuando escribes, cuando discutes, cuando compartes, ya te lo estoy corrigiendo, y si veo que no lo tienes claro, que te atascas, que no avanzas, intervengo, con sutileza, sin que te enteres para que el mérito, al final, sea tuyo, no mío. Para que te sientas orgulloso de lo que has hecho, porque has creado tu propio instrumento de aprendizaje; tuyo, no mío. Y te sirve. Has construido (aprendizaje constructivista, dicen, con unas gotas de autoestima).
Continuará… ¿lo estoy haciendo bien?. Mis alumnos me evalúan ya desde el principio.

Cuestionando la metodología didáctica (I)

Cuando empecé en esto de la docencia no tenía más experiencia que algunas clases prácticas en la Universidad. Como alumno interno descubrí que me gustaba eso de enseñar, de ayudar a los estudiantes más jóvenes a superar las dificultades que había tenido yo.

Poco después de licenciarme y de dar tumbos de un lado a otro decidí presentarme a las oposiciones a docente sin saber muy bien dónde me metía. Aprobé hace ya 28 años y en ese momento comenzó un largo camino de aprendizaje en el que ahora estoy metido de lleno. 28 años aprendiendo es mucho tiempo, pero es que la función docente da mucho de sí.

Mis primeros y titubeantes pasos, sin nadie que te dirija, fueron de sentido común, pero siguiendo las pautas más tradicionales que veía a mi alrededor: explicas y cada tres meses un examen. Así fue durante mucho tiempo hasta que hice un curso de “Función tutorial” donde, entre otras cosas, nos explicaron algunas cuestiones relacionadas con la metaevaluación (en aquel momento no se llamaba así) y comprendí que igual que yo evalúo a mis alumnos/as, ellos deben evaluarme a mi; decirme lo que hago bien y lo que hago mal, lo que puedo mejorar y los métodos que debo abandonar, y no se me ocurrió otra cosa que ponerlo en práctica, aplicarlo en el aula, preguntarle a mis alumnos/as… no sin cierto rechazo de mis compañeros/as. ¿Que nuestros alumnos/as nos evalúen?. ¿Pero qué saben ellos?. ¿Bajo qué criterios nos evalúan?. ¡Estás loco!.

Fue, sin duda, la mejor decisión que he tomado a nivel profesional. Preguntar a mis alumnos sólo ha tenido una consecuencia: he aprendido a ser mejor docente. Primero porque me he dado cuenta de que ellos son los protagonistas, no yo. Mi trabajo es darles herramientas para que aprendan y yo debo ser un guía. He perdido todo el protagonismo y se lo he devuelto a ellos.

En realidad he aplicado algunas cosas que me enseñaron en la facultad de Medicina cuando me decían que el médico ha de empatizar con el paciente y ganarse su confianza; pues lo mismo aplicado al aula. Yo empatizo con mis estudiantes y trato de ganarme su confianza, porque si confían en mi aprenden mejor, me preguntan más, las clases son más dinámicas y divertidas.

Pero vamos al grano, aunque no voy a descubrir nada nuevo. Yo preparo mis propios apuntes. Muy trabajados, con mucho grafismo y con los datos esenciales sobre los contenidos a tratar. El enfoque de esos contenidos también está muy claro: los criterios de evaluación. Yo me centro, siempre, en los criterios de evaluación que marca el currículo porque eso es lo que tienen que conseguir los estudiantes. Separo muy bien el grano de la paja. Yo nunca pregunto ¿en qué año definió la OMS el término salud?. ¿Importa algo que sepan el año?. Yo les cuento cosas relacionadas con la II Guerra Mundial y les digo que acabó en 1945 y en ese momento, con medio mundo destrozado por la guerra, con Europa de resaca combativa, con las ciudades por reconstruir; en ese momento, después de la II Guerra, allá por 1948, la OMS define el término “salud”. A mi no me importa si saben o no en qué año se definió “salud” (aunque acaban sabiéndolo); me importa que sepan el contexto en el que se definió.

Las clases son muy dinámicas. Siempre comienzan con un debate sobre el tema a tratar; unos 15 minutos de eso que llaman brainstorming, para que los estudiantes se vayan desperezando, desconectando de la clase anterior y entrando en el tema. Creando clima, dicen.

Después yo voy desgranando los apuntes, siempre en pie. Yo nunca me siento. Odio sentarme. No me gustan los docentes que dan la clase sentados, los que dictan, los que leen. Es aburrido y antipedagógico. Yo camino por la clase, me acerco, me alejo, voy al encerado, hablo, me callo, pregunto… Mi mote es el “dudas”. No avanzo sin confirmar que todos mis alumnos me siguen. Cuando me preguntan una duda aprovecho para abrir un debate porque el aprendizaje horizontal, entre iguales, es más efectivo. Que piensen un poco entre todos es mejor que darles una respuesta directa. Y aunque parezca mentira, no se pierde tiempo. Yo nunca he tenido problemas para acabar los contenidos programados, porque hago una temporalización muy realista.

Continuará…

jueves, 16 de octubre de 2014

Las “presentaciones”

¿Quién no ha utilizado alguna vez el power-point?. Igual esta pregunta retórica tiene respuestas múltiples. Puede que haya docentes o estudiantes que no hayan utilizado el power-point o que lo hayan utilizado sólo en sus funciones más básicas.

Power-Point es una herramienta muy potente para hacer presentaciones, con innumerables funciones que en muchas ocasiones quedan ocultas para los menos avezados en tecnología informática.

Allá por el año 1998 montamos en el instituto un grupo de trabajo para hacer un estudio bibliográfico y de recursos para la extinta FP1 de auxiliar de Farmacia y yo, que era el coordinador, me pagué un curso de Power-Point para aprender a manejarlo en toda su amplitud porque queríamos utilizar este recurso en el grupo de trabajo. Incluir bases de datos, controles deslizantes, controles activeX y una larga lista de herramientas dio mucho de si, así que al año siguiente, 1999, hicimos un proyecto de formación en centros para trasladar mis conocimientos sobre power-point al resto de los compañeros/as docentes.

Hoy, 15 años después, power-point sigue siendo un referente, pero un referente que tiene sus limitaciones porque no permite “transferir” la presentación a otros formatos más allá de pdf, htm (un poco cutre) o video (en las últimas versiones de Office), entre otros.

De hecho, ya hace años que yo no lo uso. La incorporación de nuevas herramientas informáticas más versátiles y, sobre todo, más compatibles ha hecho que me decante, fundamentalmente, por el html y, cuando necesito hacer una presentación rápida, por las presentaciones de Google.

Pero en ocasiones surgen necesidades para las que tienes que combinar distintas herramientas, ser creativo en aras a la eficacia de la presentación porque… ¿qué características tiene que tener una presentación?.

Esta pregunta viene a cuento de que he visto muchas presentaciones en mi vida y lamentablemente la mayoría de ellas no cumplían ni mínimamente el objetivo para el que fueron creadas, y en demasiadas ocasiones su “estética” deja mucho qué desear.

1. La presentación tiene que tener un diseño atractivo, con colores visualmente agradables y bien contrastados; es preferible utilizar colores pastel que colores sólidos estridentes. Además, los colores deben estar bien combinados, dentro de la misma gama tonal y tener un “objetivo”. El color no debe ser aleatorio sino que debe tener un significado.

2. Las fuentes también tienen que ser elegidas con cuidado. No se deben combinar varios tipos de fuentes sustancialmente distintas o fuentes excesivamente “creativas”, porque la fuente es el vehículo a través del cual vamos a transmitir el mensaje de la palabra, así que la fuente debe ayudar a la lectura. En cuantas ocasiones habéis entrado en una web que tiene el fondo negro y el texto blanco. A los 30 segundos de leer ya tenéis una imagen residual en la vista que os impide seguir leyendo. Lo mismo en cuanto al tamaño de la fuente. Debe leerse bien, sin esfuerzo, así que ni muy grande ni muy pequeño.

3. Hay que evitar textos excesivamente largos. Es una presentación, no un libro. La cantidad de texto tiene que ser la justa para transmitir la información e incentivar la búsqueda de más información. No nos podemos quedar cortos, pero tampoco tenemos que ponerlo todo.

4. Hay que utilizar elementos gráficos que acompañen y complementen el mensaje. No se deben poner como elementos “decorativos”. El grafismo debe tener significado. En las presentaciones “una imagen vale más que mil palabras” es el aforismo de cabecera.

5. Cuando queramos ampliar la información podemos poner enlaces. Claro que esto tiene más sentido si vamos a publicar la presentación, para que el usuario/a decida si quiere enlazar o no.

6. La navegación tiene que ser cómoda. Si ponemos vínculos de un lugar a otro de la presentación, debemos saber siempre dónde estamos y cómo volver. En caso contrario, nos perderemos y haremos que nuestros destinatarios se pierdan con nosotros. Hay que poner referencias que nos permitan saber dónde estamos en cada momento.

7. El número de diapositivas tiene que ser el adecuado. Una presentación con 100 diapositivas es una tortura visual.

8. No debemos olvidar el índice. Toda presentación debe incluir un índice que le permita al observador saber, de forma rápida y concreta, lo que va a ver.

Y para acabar, un ejemplo de todo lo dicho.

index

 

En este caso se trata de una presentación realizada de forma artesanal. No se ha utilizado ninguna herramienta específica porque se han aprovechado los gráficos de Word 2010. Para combinarlos se guardaron como pdf y se manipularon con Photoshop para crear las imágenes de la diapositiva. Un total de 16 diapositivas (16 imágenes) con vínculos e hipervínculos que muestran la información sensible con muchos gráficos, una navegación muy intuitiva y unos colores que “hablan”.