En su momento, cuando estaban preparando el borrador, contactaron conmigo y con una compañera para contrastar y les dijimos que el módulo de Oficina de Farmacia debería darse en primero, pero ni caso. Al final Dispensación de productos farmacéuticos y Formulación magistral en primero; Oficina de farmacia en segundo; al revés que otras comunidades más sensatas. ¡Qué se le va a hacer!. Los que conocen este ciclo lo entenderán.
En cuanto al instituto donde doy clase, no puedo por menos que enorgullecerme de como funciona porque puse mi granito de arena. Después de 20 años ocupando cargos de dirección y un planteamiento de mejora continua, tenemos un centro bien dotado, con muy buen clima (aunque en todas partes cuecen habas), buenas instalaciones, limpio, agradable, … Para mi es fundamental que el ambiente laboral sea agradable. Si nos encontramos cómodos en nuestro puesto de trabajo podremos rendir más (o eso dicen).
Para mis clases utilizo tres aulas:
- Una multidisciplinar (vamos, un aula normal y corriente de toda la vida), con su ordenador, su cañón y su pizarra digital. Fotos.
- Una de informática, con 30 ordenadores portátiles conectados por wifi. Como la anterior, tiene ordenador docente, cañón y pizarra digital. Fotos.
- Una farmacia. Una verdadera joya. Un farmacéutico amigo, Emilio Almorín, que se deshizo del mobiliario de su farmacia nos lo regaló así que disponemos de una farmacia en regla, con tres puestos de atención al público, rebotica, cajoneras, … Fotos. Esta farmacia está siempre disponible indistintamente de dónde tenga clase. Puedo elegir a donde ir.
He de reconocer que con estos mimbres es más fácil hacer cestos…
Bueno, pues para cada una de las unidades que programo, planteo una serie de actividades con varias tareas que deben hacer los estudiantes; eso sí, siempre en clase. No hay “deberes” para casa. La idea es que las actividades, centradas siempre en los criterios de evaluación, ayuden a aprender, entender y reforzar el aprendizaje utilizando el trabajo colaborativo y el mayor rendimiento con el menor esfuerzo. Yo no quiero que mis alumnos estudien, quiero que aprendan, así que las actividades son un eje fundamental de mi metodología. Como digo, cuatro sesiones a la semana son para hacer las actividades. Les doy una ficha-guía con el enunciado de la actividad y lo que tienen que hacer, pero no cómo lo tienen que hacer. Les pido que compartan ideas, que hablen, que se copien, que se critiquen, que sigan hablando, que discutan, que jueguen, que compartan la información que encuentran, … Me preguntan mucho porque como están muy mal acostumbrados intentan hacer las actividades “a mi gusto”, no al suyo. Continuamente vienen a pedirme mi beneplácito: ¿Va bien así?. ¿Te gusta así?. ¿Qué opinas?… pero encuentran un muro infranqueable; un muro sonriente, pero infranqueable. ¿A ti te gusta?. ¿Tú crees que si esto lo ve un compañero lo entiende?. Al principio para ellos es estresante, pero no es su culpa, es culpa de años y años de hacer cosas “para el profesor”, no para aprender. “Es que si no te gusta me vas a poner una mala nota”… No se trata de que me guste o no, se trata de que sea claro y que te sirva a ti; que se vea que lo sabes, que lo has aprendido y yo eso lo controlo en el día a día; mientras que lo vas haciendo yo te estoy evaluando: cuando dibujas, cuando escribes, cuando discutes, cuando compartes, ya te lo estoy corrigiendo, y si veo que no lo tienes claro, que te atascas, que no avanzas, intervengo, con sutileza, sin que te enteres para que el mérito, al final, sea tuyo, no mío. Para que te sientas orgulloso de lo que has hecho, porque has creado tu propio instrumento de aprendizaje; tuyo, no mío. Y te sirve. Has construido (aprendizaje constructivista, dicen, con unas gotas de autoestima).
Continuará… ¿lo estoy haciendo bien?. Mis alumnos me evalúan ya desde el principio.
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